Blinis Marzo 1989
Teórico y terapeuta de la audición, apasionado del arte lírico y animador del «Centro del lenguaje» este dulce gigante conocido en el mundo entero, desarrolla en dos libros «El oído y la vida» y «El oído y la voz» teorías que responden a muchas preguntas relativas a la evolución de nuestro lenguaje y a su universalidad. Comenzamos hoy una serie de entrevistas en las que el humor y los conocimientos comparten el mismo billete para esta otra aventura, la del hombre cósmico, cuyos oídos se construirán en contacto con la información.
Blinis: Los mensajes sonoros cobran una importancia creciente en lo cotidiano. A veces refuerzan las señales visuales, otras las reemplazan. ¿Estamos en los albores de una mutación de los signos?
A. Tomatis: Pienso que hemos llegado a la cima de lo que podíamos obtener de la visión y que comienza una nueva era donde el oído encontrará su lugar preciso. Desde hace dos mil años vivimos en una cultura esencialmente visual. Esta preeminencia del ojo ha sido abordada por mucha gente, pero con diversos resultados. Uno de los primeros, sin duda fue Sócrates, con el resultado de todos conocido. La cultura hebrea evoca la escucha constantemente. Si la palabra escucha se repite alrededor de cinco mil veces en las Escrituras, no es un hecho carente de significado.
Actualmente no asistimos a una mutación, sino mas sencillamente a la adhesión natural al «porqué» el hombre está hecho. Pues no es el dormido animal que describió Platón, sino el animal que escucha. Es una «nada» que escucha.Qué escuchar, este es otro problema. La dificultad de comprender la escucha en relación al resto deriva del hecho de haber diseccionado al hombre en finas rodajas, distinguiendo en él, un sistema óseo, un sistema sensorial con el ojo y el oído, etc. Pero se ha omitido, añadir qué se hacía para llegar a comprender como funcionaba todo ello.
De hecho cuanto más progreso, más creo que el hombre es un oído en su totalidad y que el resto es algo añadido. Cuando se ve como se forma el oído, se ve como ha precedido incluso al cerebro y como es un precursor de él mismo/tiene un avance sobre él mismo.
Blinis: ¿Cuál es para usted el papel preciso del oído en ese contexto?
A. Tomatis: Es necesario saber que la primera función del oído es enviar una gran cantidad de estímulos al córtex. Gracias a ellos él se activa y se inicia el pensamiento. Actualmente se sabe que un hombre privado de escucha cae rápidamente en un mundo de alienación. Otra función del oído es entrar en relación con el medio que nos rodea. Es él quien dirige todos los impulsos a la musculatura, quien da la dinámica de la verticalidad, de la motricidad y de las reacciones de las extremidades entre ellas. Ni un solo músculo del cuerpo escapa a este fenómeno, cuando se escribe, se hace con el oído, cuando se lee, los músculos del ojo son tributarios del oído.
En la Biblia, está escrito un número incalculable de veces «escucha y verás», efectivamente, aquel que no tiene la suerte de tener un oído abierto, no ve nada. Incluso si pudiese ver un objeto, en su universo mutilado, este objeto no tendría valor más que si pudiera ser nombrado y tuviera la suerte de poder transmitirlo al otro. Cada uno pertenece a un «corpus» humano, el hombre no existe aislado sino en el seno de un grupo y este grupo no existe más que cuando puede el mismo nombrarse y comunicarse.
En la cúspide de la pirámide humana de encuentra el oído con sus accesorios y, entre ellos, la piel que es una parte del oído.
Creo que hay una necesidad cada vez más fuerte de comunicación, si todo el mundo parece apresurarse tanto a hablar de Comunicación es sencillamente porque falta. La gran aspiración del hombre es llegar a ser lo que es en el fondo, un oído. Ha llegado el momento de plantearse las cuestiones cruciales sobre la utilización de este órgano pues se corre el riesgo de emplearlo para cosas que únicamente van a obstruirlo. La misión de cualquier señal sonora bien emitida es ser a la vez información y recarga de energía. Cuantos más estímulos recibe el cerebro mejor funciona. Si se emiten señales sonoras relativamente complejas para los mensajes ordinarios, si se ponen voces sintetizadas en los coches y ascensores, es necesario que la energía de estas señales sea calculada perfectamente, pues una de las características del oído es la de adaptarse con dificultad a determinados mensajes. Si estos son malos, el oído va a distorsionarse, e incluso corre el riesgo de romperse. Cuanto más avancemos en el campo de la comunicación, más precauciones debemos tomar para no dañarlo o destruirlo. Es un juego peligroso el que abordamos en la actualidad.
Blinis: Es tanto más temible cuanto que todos no disponemos de los mismos códigos, parecería que cada sociedad dispone de un sistema particular o al menos de señales típicas.
A. Tomatis: Exactamente. Así es, cada rincón del mundo tiene la suerte de poseer su independencia étnica unida a las impedancias del lugar, es decir, a las resistencias a la propagación sonora en ese lugar. El origen del «Babelismo» está aquí y es lo que hace que un mensaje producido en un lugar se transforme en otro. No solo están la laringe y la boca que lo emiten, y el oído que lo escucha, es necesario tener en cuenta el aire, ese trazo de unión, ese vector de características variables que modula la información.
Los que fabrican equipos de alta fidelidad en un determinado país, con las normas de ese país, no obtienen exactamente las mismas impresiones de escucha en otro lugar. Por ejemplo, yo viajo con frecuencia a Canadá y me llevo mi equipo musical, pues bien me he dado cuenta que para escuchar el mismo disco debo modificar los reglajes del corrector de tonalidad a fin de encontrar allí la inteligibilidad y el equilibrio que me son familiares. Yo debo adaptar la forma del mensaje musical al lugar de escucha y a la impedancia del aire.
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