Dr. Alfred Angelo Tomatis (Niza, 01/01/1920 – Carcassone, 25/12/2001)
Otorrinolaringólogo, psicólogo, investigador e inventor, gran viajero, dio conferencias, asistió a congresos y aconsejó en cualquier rincón del mundo. Pero sus mejores viajes los realizó en su laboratorio o consulta intentando dar respuesta a las dificultades de sus pacientes. Hablar de él es hacerlo de un investigador con sus aciertos y sus errores. El definía un investigador como un «importuno» que obliga a algunas mentes a abordar bajo otro ángulo ciertos problemas fundamentales y a veces a replanteárselos. No se codeó con la élite social, aunque por su trabajo conoció a muchas celebridades.
Las condiciones de su nacimiento, prematuro de 6 meses y medio, al que se dio por muerto contribuyeron en gran medida en los trabajos que realizó sobre la vida uterina. El Profesor Tomatis afirma haber encontrado su vocación investigadora en su condición de prematuro en busca del nirvana del que fue expulsado tan tempranamente.
Su lengua materna era un dialecto proveniente de las lenguas ligures, por lo que tuvo que integrar el francés como una lengua extranjera.
Su padre, Humbert Tomatis, hombre extraordinariamente activo, combinó su trabajo como empleado en un diario local, con sus estudios de música y canto, llegando a ser un «bajo noble» de prestigio internacional.
Tomatis asegura que se le dijo y se le repitió que fue un niño especialmente difícil de criar. Hasta los once años, estuvo enfermo en multitud de ocasiones. Debe su vocación al Dr. Carcopino, que le trató a los nueve años, cuando le oyó decir, «tengo que buscar».
Como la mayor parte de los hijos de la farándula frecuentó muchos institutos, a lo largo de sus estudios, incluso estando en el Liceo Pasteur (Paris), para acompañar a su padre en sus giras. A los once años se instaló solo en París. Trabajaba y estudiaba intentando pagarse sus estudios y hacer que su padre se sintiera orgulloso. Para seguir este ritmo y no dormirse, estudiaba en voz alta, lo que le facilitaba la memorización. Así fue como superó sus dificultades escolares y llegó a ser en tan solo cuatro años el primero de la clase; lo que no le hizo muy popular entre sus compañeros. Todo ello le enseñó que el hombre no está limitado, sino que en él existen todas las potencialidades que le permitirán superarse sin cesar.
Tomatis se describe diciendo que como la mayor parte de los emotivos, era un observador nato, y además tremendamente tímido y muy obstinado. Cuenta como anécdota que de los catorce a los 23 años heredaba la ropa de su padre, que al principio le quedaba muy grande y luego bastante pequeña. Al ser la adecuada para un artista, un gran tímido como él lo pasaba francamente mal, una de sus peores experiencias la sufría con un par de zapatos amarillos, que su padre acabó volviendo a usar en escena.
Hizo dos bachilleratos, uno en matemáticas y otro en filosofía, el segundo lo acabó con 19 años. Tuvo a Jean-Paul Sartre como profesor de filosofía, al que no podía seguir, a pesar de su genialidad, porque Tomatis siempre se declaró un creyente y un idealista. A partir de los 11 años pasó algunas semanas de vacaciones en la granja de una familia patriarcal cerca de Marsella. Experiencias como ésta son las que le enseñaron tanto o más que el Liceo. El aseguraba «hay que ir y verlo uno mismo».
Otra parte de las vacaciones las dedicaba a excursiones por la montaña con uno de sus tíos. En verano de 1936 tenía previsto visitar España, lo que no fue posible al estallar la guerra. Siempre sintió una atracción por el sur de España, por su sol y por el color rojo de su tierra, igual que el de su país natal.
Acabado los bachilleratos se inscribió para obtener los certificados de licencia de física, química y biología, preludio de los estudios de medicina y paralelamente los de matemáticas, física y química. Pasaba sus días entre la Facultad de medicina y la Sorbona. Con ello quería alcanzar su sueño de entrar algún día en el instituto Pasteur, para hacer investigación médica. Al estallar la segunda guerra mundial, tuvo que pasar sus exámenes anticipados de certificado en 1940, antes de ser movilizado a una localidad del Macizo Central. Permaneció como un soldado desprovisto de convicción, quizá por los discursos pacifistas de sus abuelos. Durante el repliegue a Puy fue hecho prisionero por alemanes e italianos, pero dada la poca vigilancia escapó sin dificultad en compañía de unos seminaristas. Esto le llevó a ser considerado como desertor y conducido a un «campo de juventud». Allí trabajó en el servicio de salud, bajo las órdenes del Dr. Eyraud, que le enseñó todo lo que un médico de campaña debe saber sobre urgencias e infecciones. (Tomatis solo había cursado su primer año de medicina).
De regreso a Paris y gracias a lo aprendido accedió en algunos meses a tercero de medicina, la guerra no había supuesto un retraso en sus estudios, aunque continuase. Mientras seguía estudiando colaboró con la resistencia. Como externo de hospital conoció a André Thomas gran neurólogo. Tras el bombardeo del hospital decidió reengancharse en servicios sanitarios. Al permanecer en Paris pudo seguir sus estudios e iniciar la especialidad de ORL. También en esta ocasión su trabajo en el ejército aceleró su formación, al trabajar en el equipo del Dr. Cuzin, de reconstrucción facial. Recibió su doctorado en Medicina en 1945.
En este tiempo se había casado, con una enfermera que conoció en el hospital de Neuilly, con la que tuvo 4 hijos: André, Patrick, Christian y Evelyne. Su matrimonio duró 12 años, y reprodujo la misma falta de comunicación que había tenido con su madre.
Tras el nacimiento de Patrick inicia su primera investigación, con fondos propios (pudo continuarla gracias a su clientela privada), sobre «Sordera profesional«, que más tarde presentó en el Congreso Internacional de ORL junto a los Drs. Maduro y Lallemant.
Sus pacientes privados, en su mayoría cantantes de ópera, le condujeron a los mismos resultados que los obreros de los arsenales con sordera profesional, lo que le llevó a formular las leyes conocidas con el nombre de Efecto Tomatis, era el año 1947 (comunicado por Raoul Husson en la Academia de Ciencias y en la Academia de Medicina en 1957).
La escasa felicidad que encontraba en su hogar le empujaba a su laboratorio. Allí construyó un analizador de frecuencias y un sonógrafo. Y a principios de los 50 su primer Oido Electrónico, con interruptores manuales para las básculas. En 1954, el problema que esto suponía quedó resuelto al introducir básculas electrónicas, de ahí la idea de bautizar la máquina con el nombre de Oído Electrónico. Este invento molestó tanto a algunos profesores de canto como a algunos foniatras, y en 1952 fui despedido del hospital donde trabajaba con el Dr. Lallemant, por haber tenido la osadía de publicar con su nombre y no con el del jefe del servicio, como era lo habitual.
Los americanos comenzaron a interesarse por sus investigaciones, tanto que en 1955, Lallemant le pidió reingresar en su servicio, para que sus investigaciones quedasen dentro de los hospitales franceses. Oferta que Tomatis declinó.
En vista de los resultados obtenidos en los tratamientos realizados con cantantes, el profesor emprendió algunos años más tarde una nueva línea de investigación, la del lenguaje y la construcción del ser, consciente de que el terapeuta era tan importante como la acción del O.E. Tomatis inició otras investigaciones, que abandonó por falta de tiempo y/o de dinero, por ejemplo el efecto destructor del ruido sobre los microbios.
En 1947 murió su madre, lo que afectó profundamente a su padre, que perdió sus cualidades vocales. Durante algún tiempo vivió con A. Tomatis, momento en que supo del trabajo de su hijo, siguiendo el mismo una reeducación de su voz. Este tiempo también sirvió al Pr. Tomatis para descubrir la verdadera personalidad de su padre. Su relación había sido epistolar, pasando muy poco tiempo juntos.
La aparición en su consulta de varios cantantes venecianos, con un problema para la emisión del fonema /r/ atrajo su atención sobre la problemática del aprendizaje de idiomas, abriendo así una nueva vía de investigación, que confirmó la solidaridad entre la audición y la fonación. Sus trabajos en este campo levantaron mucha polémica, pero se le acabó otorgando credibilidad. En 1960 dio una conferencia en el Palacio de la Unesco sobre «La electrónica al servicio de las lenguas vivas» muy contestada por un profesor de la Sorbona.
La observación de tartamudos a principios de los años 50, le condujo a la noción de bucle de control. El estudio del esquema según el cual se lleva a cabo la implicación del cuerpo en el proceso de autocontrol le llevó 20 años y según el propio profesor aún queda campo para la exploración, la lateralidad.
Su vida familiar era cada vez más inexistente, cuando tenía el gabinete en su propia casa, sus hijos le sentían lejano aunque presente físicamente, y cuando se instalaron a las afueras de Paris, aún les veía menos. A los 35 años se divorció, lo que conmocionó a su padre. El supo aprender de esta situación, fue toda una enseñanza para trabajar terapia de pareja y con hijos de padres separados.
En este momento su organismo le pasó factura, durante años había trabajado en exceso sin periodos de descanso. Sufrió tres infartos, pesaba 120 Kilos y tenía 32 de tensión; los médicos le dieron 7 años de vida, tiempo apenas suficiente para dejar sus asuntos en orden, dado el gran número de deudas que había acumulado.
Algo inesperado modificó este lúgubre programa; A. Tomatis encontró el amor, lo que despertó en él un gran deseo de vivir. Decidió adelgazar, pues apenas podía caminar. Lo intentó todo incluso ayunos prolongados, sin resultado.
Se casó, obeso y con una sentencia de muerte, en 1958 en Grau d´Agde, por el rito católico. El profesor asegura que ambos han realizado un modelo de circuito audio-vocal, tal era su compenetración.
En esta época se apasionó por la pintura contemporánea, al tratar a 2 ó 3 pintores figurativos, que le iniciaron. Tratándoles se dio cuenta de la relación entre la audición y el gesto pictórico. Por ejemplo, la pérdida de azules y verdes corresponde con una pérdida de agudos. En esta década también abordó el tema de la escucha intra-uterina. Realizó un montaje bastante elaborado, para medir las impresiones acústicas del feto, en un medio líquido. El parto sónico le condujo a un estudio profundo de los problemas de comunicación, personalidad, psicopatología, lo que le introdujo en la psicología y la filosofía. Lo que superaba su formación como ORL y cirujano, por lo que volvió a estudiar en el hospital de Santa Ana. A la vez que realizaba una investigación con niños de un psiquiátrico del norte de Francia. Trabajo que tuvo que abandonar por la presión social.
Sus trabajos comenzaron a difundirse y esto suscitó gran polémica en el mundo médico, muy estricto y jerarquizado en su país.
Había creado un Centro de Lenguaje en Paris, con O.E., especialmente adaptado a la escucha ósea, que quebraría en 1974, por la mala gestión de su administrador. Este no es más que un ejemplo de los incidentes que sufrió en el mundo de los negocios y el comercio. Aunque después de cada uno de estas vicisitudes siguió con optimismo, fascinado por el acceso del ser humano al lenguaje. En 1963, con 43 años, superada su enfermedad (aunque su peso seguía fluctuando a lo largo del año) y acompañado de una perfecta colaboradora, vive feliz y continua con su trabajo. De su unión nació en 1959 Emmanuelle, también como él prematura de ocho meses. A quien criaron sus abuelos maternos en Limours, dedicándoles la pareja todo el tiempo que les quedaba libre, lo que no resultó nada fácil para ninguno.
Empezó con su acostumbrada obstinación a practicar yoga, por motivos personales, quería adelgazar con el yoga digestivo, pues también éste implica un control de la respiración, control que había observado tocando ciertas zonas de la audición, sin duda por la intermediación del nervio vago.
Por fin consiguió adelgazar de manera definitiva siguiendo la dieta propuesta por Shelton. Además de su imagen corporal otras cosas habían cambiado a finales de los 60.
En 1960 había dimitido como director del laboratorio de la armada, además comenzó a abandonar paulatinamente su consulta de ORL y cirugía. Antes era un otorrinolaringólogo que investigaba la escucha, después se consideró un especialista de la escucha que además poseía experiencia en ORL. Como tenía muchísimo trabajo eligió sin dudar el campo de la audio-psico-fonología. Esta decisión le supuso, la separación de la medicina «oficial», que abandonó definitivamente en 1975, pues como él afirmaba en los Centros Tomatis se realizan actos pedagógicos, no médicos, se enseña a escuchar.
Los Centros se extendieron por las distintas regiones de Francia, de manera desigual, y por el extranjero; esta expansión se inició en 1960 bajo malos auspicios con un trabajo en la universidad de Toronto (Canadá) y otro en la de Potchefstroom (Sudáfrica). A estos países siguió Bélgica, Suiza, España (Con un centro cerca de Almería dedicado a la enseñanza e investigación) Chile, Argentina, Santo Domingo. Tomatis se convirtió en un peregrino de la Audio-psico-fonología, con jornadas de 20 horas de trabajo, sin domingos ni festivos, como cuando inició sus estudios en Paris.
Tras su abandono de la medicina, todo parece ir bien, en el trabajo y en la familia, sus investigaciones se centran en el oído como dinamo del cerebro, gracias a lo cual el individuo podrá hacerse cargo de él mismo. Todo lo aprendido le obliga a replantearse la fisiología auditiva. Enunció una nueva teoría, como todas sus anteriores ideas muy contestada, en ella afirma que la función de la cadena de huesecillos del oído medio es poner en resonancia la caja craneal en su totalidad.
A sus 56 años, cuando inicia su autobiografía, proyecto al que era bastante reticente, siente que le queda mucho por hacer. Ese mismo año en septiembre sufre a bordo de un avión que le llevaba a Madrid un colapso vegetativo, durante el que experimentó una experiencia más allá de la muerte, donde tuvo una visión como la representada en el cuadro de Fray Angélico. Supuso que la vivió para tener confirmación de una creencia profunda, la muerte no existe sino que es el último desafío, el que nos lleva a la plenitud de nuestro ser.
Recuperado tras una larga convalecencia volvió a animar su Centro de Paris, continuó con sus relaciones internacionales y preocupándose por nuevos aspectos de los problemas de la escucha, por ejemplo el autismo.
En 1978 en el V Congreso de Audio-psico-fonología de Toronto sobre Dificultades Escolares, habló sobre la relación intima entre la escucha y el proceso de aprendizaje y los integradores cerebrales. Este fue el punto de partida de lo que él denominó su «epopeya canadiense«. Durante años repartió su actividad entre Toronto y París, cuidando de la red europea que se constituía poco a poco.
A partir de 1982, los OE presentan un nuevo parámetro, la precesión, dato neurofisiológico. La escucha moviliza todo el sistema nervioso y éste organiza la respuesta del oído para que se adapte y se prepare a escuchar. El oído entrará en estado de precesión vestíbulo-coclear. A partir de 1983 volvió a Europa donde sus reflexiones le orientaron hacia propósitos de lo más diversos desde el comportamiento del embrión-feto (En 1984 participó en Estrasburgo en un congreso de «La asociación contra la explotación de fetos humanos«), el autismo, el vértigo de Méniêre, la epilepsia, el tartamudeo, la imagen del cuerpo, el canto ( el año 1985 se celebró en París un congreso de Canto Gregoriano y en Lyon compartió momentos privilegiados con instrumentistas de la asociación Willems) y la comunicación en general.
Desde la infancia había sufrido de hipermetropía, y debido a una catarata bilateral de rápida formación quedó prácticamente ciego durante un año, hasta que fue operado en el hospital Evreux, situación que le condujo a ser un escuchante aún más sensible. Recuperándose en su casa de Normandia «Saint-Yves», junto a la abadía de Bec-Hellouin, que ya frecuentaba desde 1976, cuyo prior junto con el de Mesnil-Saint-Loup le permitieron traspasar el umbral hacia el que le conducía su fe y caminar a un mundo donde sólo Dios reina en plenitud.
A lo largo de su vida su nombre fue usado en varias ocasiones en dudosas transacciones, lo que ha hecho dudar del objetivo de sus trabajos. Primero fue con el O.E., luego la apertura de Centros, después los plagios de sus aparatos e ideas, incluso el uso de su propio nombre para designar el método. Pero siempre supo sobreponerse a las dificultades y aprender de ellas, añadiendo ante sus detractores «¡qué bendición tener una especialidad que abarca tantas cosas!»
Datos extraídos de su autobiografía «El oído y la vida»